Hay muchas maneras de que una boda sea especial, de que la fecha se convierta en una de esas efemérides incombustibles en la memoria de nuestros invitados. ¿Qué mejor que escoger la Nochevieja para ello?
Desde luego, es difícil que a nuestros invitados se les olvide la fecha de la boda si se trata del 31 de diciembre… También es posible que muchas personas tengan planes para un día tan señalado, o incluso hayan decidido pasarlo en un lugar emblemático (viajar a Nueva York cuenta cada vez con más adeptos para celebrar las campanadas), así que la primera recomendación que tenemos que hacer no deja de ser imprescindible por su obviedad: hay que avisar con mucho tiempo de antelación, en este caso más aún.
Por otra parte, si ayer debatíamos sobre el permitir o no niños en las bodas… si nos decidimos a celebrarla en Nochevieja no hay discusión posible. Rara será la pareja que encuentre con quién dejar a sus pequeños o que quiera pasar el Fin de Año sin ellos, así que no nos quedará más remedio que tenerlo presente a la hora de planificar la celebración y pensar también en los niños.
Una estética muy especial
Podemos optar por trasladar la estética de la Nochevieja a nuestra boda, empleando cubertería y platos de colores dorados o plateados, y por supuesto decorando el recinto donde tenga lugar la celebración con los motivos típicos de la fecha. Los globos tampoco pueden faltar, así como un gran reloj situado en un punto estratégico, que todo el mundo pueda ver desde cualquier posición, que se encargará de marcar el esperado momento de las campanadas. Las doce uvas deben estar colocadas en la mesa desde el inicio del convite, y ay de aquél que se atreva a conjurar a la suerte tomándoselas antes de tiempo… Si queremos finalizar con todo un toque de espectacularidad, podemos programar fuegos artificiales que comiencen justo después de la llegada del año nuevo.