Cuando las campanas han dejado de sonar y la música ha cesado, el día posterior al enlace matrimonial se revela como un santuario de instantes memorables para las parejas recién unidas
La mítica noche de bodas se presenta como un refugio de romanticismo en estado puro, un rincón donde los amantes, cansados pero sonrientes, pueden deshojar sus promesas matrimoniales al abrigo de la intimidad
Allí se despliega el verdadero arte de intercambiar cartas de amor, palabras que, escritas con el alma, sellan la unión con la tinta de los sentimientos más profundos
No basta solo con una ceremonia y una recepción
La tradición dicta un paso más: el tornafiesta
Esta prolongación del festejo puede ocurrir inmediatamente después de la recepción o al amanecer del día siguiente, permitiendo una tregua para recargar fuerzas
Los más pragmáticos entenderán que así los novios —y no menos importantes, sus invitados— pueden llegar a la última batalla, la primera noche como esposos, con el ánimo renovado
Y al despuntar el nuevo día, se puede alargar la celebración con atuendos más relajados, rostros despiertos y sin la pesada carga de la etiqueta, danzando una vez más al ritmo de las risas y brindis eternos
Fuente: [1]
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