El origen de la luna de miel

luna de miel

Ahora que aún estamos con la novedad de la luna roja que hemos vivido hace poco… ¿qué tal si hablamos del porqué de la luna de miel? ¿Sabéis por qué recibe este nombre?

Seguro que muchos pensáis que sí. Es el momento de relax tras la boda, tras la locura de los preparativos que nos ha parecido inacabable durante muchos meses, así que desde luego es una temporada tan dulce como la miel. Sin embargo, como sucede con otros tantos ritos que podríamos nombrar, hay un motivo mucho más literal para el nombre. En realidad, varios. Por ejemplo, se dice que en la antigua Babilonia, es decir, más de cuatro mil años atrás, el padre de la novia obsequiaba a su nuevo yerno con una vasija de miel suficiente para todo un mes. Es decir, un ciclo lunar. Algo similar pasaba en la antigua Roma: esta vez era la madre quien se encargaba de agasajar al nuevo matrimonio dejando en la alcoba nupcial una vasija con miel durante el mismo ciclo. En ambos casos, está claro que la miel se consideraba un símbolo de buena fortuna, una manera de expresar el deseo de que el matrimonio conociera la dulzura por encima de la amargura durante todo su recorrido.

Los teutones y el hidromiel

Es bien conocida la afición de los pueblos teutones por el hidromiel, y es algo que se trasladaba, como no podía ser de otro modo, a sus ceremonias de boda. Además, en un pueblo donde las religiones centradas en la naturaleza tuvieron tanto peso, la luna era un símbolo muy importante. Las bodas sólo se celebraban cuando había luna llena, y después de ésta, durante todo un mes, los nuevos esposos bebían hidromiel cada día.

Nuestro concepto de aislamiento, de dedicar una temporada a que la pareja disfrute de sí misma sin nadie más, es desde luego mucho más actual y tiene que ver con nuestra necesidad de relajación, de huir al menos por unos días de las obligaciones y las preocupaciones. Un descanso bien ganado, aunque por desgracia no es habitual disponer de todo un mes. ¡Ojalá fuera así!

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