La publicación de Independencia el 31 de agosto de 2010, provocó tanta expectación adelantada que el presidente Obama solicitó de antemano un ejemplar para ojearlo a lo largo de sus vacaciones en Cape Cod y la gaceta Time le dedicó su portada, privilegio que hacía más de diez años que no daba a ningún escritor. Además, el titular era rotundo: «Enorme Novelista Estadounidense».
Y sucede que Independencia fué llamada a ser la Enorme Novela De america del S.XXI, ese título enorme que menciona a la obra clave de un preciso instante histórico, que refleja con perfección la forma de vivir, la sociedad y sus intranquilidades.
La reconocida gaceta literaria Granta apostó por Jonathan Franzen en los años 90 al incluirlo en su lista de los Superiores Jóvenes Prosistas Norteamericanos, y sus previsiones se hicieron situación, aunque a Franzen le llevó su tiempo. Había hecho a sus progenitores una promesa: si a los 25 años no lograba redactar su primer libro, abandonaría las metas de ser escritor y estudiaría Derecho. No cumplió su deber y su primer libro fue anunciado con 29 años (un rotundo fracaso, de hecho), mas hasta su tercera novela, Las rectificaciónes, no logró levantar el vuelo y transformarse en lo que hoy es con Independencia, la cuarta. Nacido el 17 de agosto de 1959 en un suburbio de Chicago, vive en este momento entre Novedosa York y Santa Cruz (California) y coopera en la gaceta The New Yorker, donde fue publicando extractos de Independencia mientras que la escribía.
Independencia es la crónica de un matrimonio estadounidense de clase media, sus dos hijos y un amigo de los tiempos de la facultad, en este momento artista de rock de éxito, que será el tercero en discordia. Patty y Walter Berglund «aún no aprendieron cómo vivir», van creando su cielo y también infierno en la mitad de la verdad política de america articulo 11S («la enorme catástrofe nacional»), entre intranquilidades medioambientales y demográficas mundiales que se intercalan con su crisis personal.
Patty, ama de su casa y señalada deportista en su juventud, empieza siendo una mujer activa y mujer feliz, una «alegre portadora de polen social y cultural, una abeja afable» apreciada en el vecindario. Su exceso de momento de libertad jugará en contra suya y la transformará en la peor contrincante de sí en pelea continua contra el hastío y la desdicha, que le van a hacer cometer fallos y conocer que «el planeta se distribuye en los que saben sentirse a gusto solos en la silla de un bar y los que no tienen idea».
Por su lado, su marido Walter, letrado ecologista cuya cualidad más señalada, aparte de su amor por Patty, es su amabilidad natural, además padece su caída. «No se podía aguardar un amor sin reservas si no se correspondía a en algún instante. Al fácil hecho de ser bueno no se le concedía el menor mérito». Y sucede que «el planeta no premia las ideas o bien las conmuevas, premia al hombre íntegro y también imperturbable».
Esta es la narración de un conjunto de individuos y su evolución, la narración de Patty y su familia, cómo son y cómo llegaron a ser de esta forma; una radiografía inmisericorde de las intranquilidades y evoluciones personales y expertos de unos ciudadanos americanos ordinarios, con una vida habitual, que en la búsqueda de su felicidad no tienen la posibilidad de evadir la autocompasión, los fallos y el descontento provocado por sus malas elecciones.
Se habla del retrato meticuloso del ocaso de la vida íntima de una pareja durante numerosas décadas, unas vidas que se derrumban con la llegada del nuevo milenio por culpa de una ansiada independencia mal entendida.
Porque la independencia, que representa el culmen de las convicciones estadounidenses (América, Patriotismo, Independencia ), termina transformándose en una loseta, una forma de destruirse. «Todo da un giro en torno al inconveniente de las libertades personales. La multitud vino a este país por el dinero o bien la independencia. Si no tienes dinero, te aferras aún más furiosamente a tus libertades. Aunque fumar te mate, aunque no consigas ofrecer de comer a tus hijos, aunque a tus hijos los mate a balazos un ido con un fusil de ataque. Puedes ser pobre, mas lo único que nadie te puede suprimir es la independencia de joderte la vida como te dé la gana».
Aseguran que es una pieza maestra, un examen de los enfrentamientos que constituyen la vida moderna de america. Redactada a lo largo del primer año de la presidencia de Obama, el público y la crítica la ovacionó de forma unánime. Mas Independencia tiene más de 600 páginas, y en una novela tan extendida es muy normal que existan instantes en que el ritmo mengua y el interés se pierde por un instante; hay un rápido bache por media novela en el que la lectura se ralentiza, mas es una interrupción pasajera. La verdad es que la lectura de Independencia es vertiginosa. Este es un libro caracterizado por una escritura muy rápida, mucha información, historias, anécdotas, cambios de un tema a otro y especificaciones fundamentadas, más que en los aspectos físicos, en características de carácter, posesiones en la vida o bien aficiones. Por donde nos va manejando su creador es tan diverso que la sensación final es que Independencia es un compendio de historietas que hay que ir gozando de a poco.
Crisis de juventud, deseos reprimidos, sentimientos ocultos, hábitos inapropiados , pertenecen a la vida y siempre hay un resquicio para la redención. «Todos tardamos un tiempo en comprender qué deseamos enserio» y, mientras que, nos marchamos conformando, «al final de cuenta, hay alguna felicidad en la infelicidad, si es la infelicidad correcta». Mas los fallos son hechos vitales, no hechos irreversibles y «la integridad es un valor neutro. Las hienas además tienen integridad. Son pura hiena».
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