¿Os suena el término glitter? Quizás lo hayáis escuchado aplicado a otros ámbitos, pero puede que nunca antes a una boda… Hoy os contamos en qué consiste y cómo podemos adaptarlo.
El término inglés “glitter” hace referencia, como concepto abstracto, a algo que brilla, sencillamente. Cuando hablamos de ropa o decoración tenemos muy claro a qué se refiere: esos tonos que muchas veces identificamos con lo festivo, en los que los complementos plateados o brillantes son la estrella, colocados estratégicamente para dirigir hacia ellos la visión y para otorgar esa sensación de distinción y alegría desenfrenada.
Alegría, festividad… son conceptos que sin duda queremos que transmita el día de nuestra boda. Pero por desgracia suelen confundirse a menudo con el exceso y con lo hortera. Si queremos utilizar la estética glitter, más nos vale tener esto en cuenta para no caer en el mismo error. Podemos emplear complementos plateados, brillantes, incluso con purpurina, para decorar los centros de mesa, poner lazos… Pero mucho cuidado con convertir el lugar de celebración en un festival de destellos más propios de una discoteca setentera que de una boda. ¡A menos que ése sea nuestro tema, claro está!
¿Y qué hay de la novia?
Ya hemos comentado más de una vez que la sobriedad y la sutileza deben ser los atributos propios de la novia, que por supuesto no están reñidos con la elegancia que se espera de una boda. Si nos gusta la estética glitter, podemos colocar pequeños complementos plateados en zonas determinadas (en el pelo, en un colgante), que brillen pero que no deslumbren o resulten excesivos. Y lo mismo con las uñas: podemos pintarlas con colores de los que normalmente se denominan glitter, con purpurina, pero siempre de forma adecuada a los tonos de nuestro vestido y sin pasarnos con mezclas de tonalidades que no pinten nada (nunca mejor dicho) en una fecha de estas características.
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