La boda ha pasado. Los agobios ahora parecen un mal sueño, el tan merecido descanso se presenta prometedor en el horizonte… ¿Qué os parece celebrarlo con una sesión trash the dress?
¿Y qué se esconde tras este nombre, a priori enigmático? Si lo traducís, os queda algo así como “destroza el vestido”. El vestido de novia, claro está. Es una idea que nos llega del mundo anglosajón, muy divertida y liberadora: consiste en realizar una sesión de fotos post-boda mucho más informal que las habituales, en la que la pareja simplemente se limite a disfrutar de sí mismos, como si fuera un día cotidiano. No hay que tomarlo al pie de la letra: no es necesario arruinar o destrozar el vestido, eso por descontado (sobre todo si tenemos intención de guardarlo para otra persona, de venderlo o alquilarlo)… pero podemos tomar esa misma idea a nivel simbólico. Destrozar el vestido, alcanzar por fin la libertad tras los meses de dura preparación.
Una sesión de fotos para ser nosotros mismos
Podemos acudir a una sesión trash the dress con nuestros atuendos de boda o con ropa más informal. Lo importante, no lo olvidemos, es que nuestras fotos cuenten una historia. Si hemos elegido realizar un reportaje pre-boda, la sesión trash the dress funcionará como epílogo, como colofón; es importante que no queden totalmente desligadas unas de las otras sino que exista una cierta coherencia narrativa.
Nosotros seremos los más indicados para marcar las pautas del “relato”, está claro, pero si nos cuesta hacerlo (tal vez nuestra pobre cabeza esté demasiado embotada como para pensar en algo original, después de todo lo que hemos tenido que preparar) no debemos dudar en confiar en nuestro fotógrafo. Éste, ya lo hemos comentado por aquí, no debe limitarse a ser un simple instrumento; lo idóneo es que se implique en la boda, conociéndonos como pareja y convirtiéndose en uno más de la historia que vamos a tejer en esos días.
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