Un 4 de enero, el coche en el que iba Albert Camus se salió de una carretera francesa mojada por la lluvia y se incrustó contra un árbol. Aseguran que murió con un billete de tren en el bolsillo que decidió no coger en el último instante al ofrecerse un amigo a llevarlo, y que una semana antes a su muerte había pronunciado la próxima cita: «No conozco nada más idiota que fallecer en un incidente de automóvil».
Era 1960, y solo tres años antes había ganado el Premio Nobel de Literatura, a la edad de 44 años, el segundo más joven de la historia.
Hay teorías que señalan a que el incidente que terminó con su historia no fue tal, sino más bien un asesinato. Sea como fuere, Camus, pensador de referencia del S.XX, que aseguró que entre la justicia y su madre elegiría a su madre, fue sepultado en el cementerio local de Lourmarin, un pequeño pueblo del sur de Francia donde una modesta lápida lo recuerda, únicamente con las datas y su nombre grabados.
Superando el rechazo inicial que logre generar su título, La peste es un tradicional de la literatura universal, un libro intemporal. La buena literatura trasciende a su razonamiento para terminar comentando de la vida por norma general. Y sí, esta es una novela sobre una epidemia de peste que asola una localidad argelina, y desde luego, hay ratas, ganglios inflamados, patología y muerte. Mas quedarse con eso es quedarse con nada. «Y sucede que nada es menos increíble que una peste, y por su duración misma las considerables desgracias son monótonas».
La obra de Camus tiene algunos toques filosóficos, quizás influida por la época en que le tocó vivir, una vida encuadrada en el tiempo de dos guerras mundiales. Sus libros se piensan «existencialistas», meditan siempre sobre el sentido de la vida y el hombre. Son los actos los que determinan quiénes son la gente, es el sujeto el que se marcha realizando a sí mismo por medio de sus selecciones libres.
La peste es la narración de una localidad y sus pobladores, una observación y análisis de sus formas de vivir y de enfrentar la adversidad. «El modo perfecto más cómodo de comprender una localidad es saber cómo se trabaja en , cómo se quiere y cómo se muere».
Sin acción deslumbrante, sin héroe, una localidad entera se ve privada de su futuro, de su aptitud de elección, devastada por la patología. Una auténtica epidemia donde las situaciones de damnificados se marchan multiplicando y llevan al aislamiento de la población tras el corte de las comunicaciones y el cierre de la región. Se pierde el individualismo y la independencia, las prácticas se ven reemplazadas por intranquilidades repentinas, y toda la localidad se ve cubierta en una historia colectiva. «Y en resumen de cuentas, uno ve que nadie es con la capacidad de reflexionar verdaderamente en nadie, no a lo largo de la más grande de las desgracias. Ya que reflexionar verdaderamente en alguien es suponer minuto tras minuto, sin distraerse con nada, ni con los cuidados de la vivienda, ni con la mosca que vuela, ni con las comidas, ni con las picazones. Mas siempre hay moscas y picazones. Por ello la vida es tan bien difícil de vivir».
Albert Camus
Privada de futuro, bajo el polvo, el tedio y un sol incesante, la localidad de Orán se transforma en una suerte de salón de espera clausurada y discreta. «Al comienzo de las plagas y en el momento en que ahora terminaron, siempre hay algo de oratoria. En el primer caso es que no se ha perdido todavía la práctica, y en el segundo, que ahora volvió. En el instante de la desgracia es en el momento en que se habitúa uno a la realidad, oséa, al silencio».
Una narración que se lleva a cabo con determinada extravagancia, visualizaciones singulares y comentarios inopinados, mediante un narrador cronista que recopila lo que pasó y afectó a un pueblo. Sus pobladores se limitan a vivir en el presente, viendo con melancolia el pasado y sin atreverse a imaginar el futuro. Unos se desesperan y otros soportan su sino más bien estoicamente, siendo conscientes de que «el hábito de la desesperación es peor que la desesperación misma». No obstante, la gente siempre escogen su sendero y oponen, cada uno de ellos a su forma, resistencia a los óbices que se marchan encontrando.
Este es, sobre todas las cosas, un libro de fácil lectura que, sencillamente, charla de la vida. «Mas, ¿qué significa la peste? Es la vida y nada más».