El festeig, un curioso ritual de cortejo de Ibiza

original antique wedding photo. portrait of just married couple

A menudo leemos o vemos en documentales las peculiares costumbres de bodas o cortejo que tienen en otras culturas… ¿pero por qué irnos tan lejos? Muy cerca, en nuestro propio país, podemos tener rituales ancestrales dignos de conocerse, como es el caso del festeig ibicenco.

Lo primero que hay que tener en cuenta al hablar del festeig es a qué tiempo nos estamos remontando: a los primeros estadios del siglo XX, en los que Ibiza estaba compuesta por poblados o casas muy aislados los unos de los otros. En esta peculiar organización, no resultaba tan sencillo como hoy en día encontrar pareja o celebrar bodas. Así que uno de los métodos de cortejo que se llevaban a cabo, quizás el que ha pervivido más en la memoria popular hasta nuestro tiempo, era el llamado festeig. Una tradición que hoy en día podríamos comparar nada menos que con las de las citas exprés.

Con el previo consentimiento de los padres, igual de interesados en que se llevara a cabo una boda, la chica casamentera se sentaba en el porche de su casa al atardecer, al menos un par de tardes a la semana, y los pretendientes acudían a ella para presentar sus respetos e intentar conquistarla. Naturalmente todo a base de “parla”: cualquier tipo de contacto físico estaba prohibido, y en la penumbra los familiares de la muchacha vigilaban para asegurarse de que así fuera. Lo realmente curioso es que había un tiempo pactada para cada pretendiente, que no podía excederse. Si lo hacía, los demás estaban autorizados a “advertirle” arrojándole una pequeña piedra, la señal de que el tiempo de su “cita exprés” se había terminado. Y su obligación era levantarse y dejar su sitio al siguiente.

Cuando la chica decidía quién iba a ser el motivo de su afecto (o los padres le incitaban a escoger a uno que les había gustado especialmente), terminaba la posibilidad del festeig y se elegía un intermediario que se encargaba de manejar la comunicación entre las dos familias, el intercambio de dotes… y por supuesto de cerrar la fecha y las condiciones del enlace. Sin duda, una simpática y curiosa forma de concertar una boda, ¡nada que ver con nuestros “porches” de encuentro virtuales hoy en día!