No hay boda sin su correspondiente puro al final, eso lo tenemos claro. ¿Pero sabéis que incluso esto que parece un detalle insignificante tiene su propio protocolo?
Hay una serie de creencias extendidas, “mitos”, podríamos decir, que todos tenemos asimiladas con respecto a la entrega del puro en las bodas. No se trata de un protocolo demasiado importante, pero si nos gusta seguirlo todo al pie de la letra debemos desechar algunas ideas preconcebidas. Por ejemplo, la de que se entrega sólo a los hombres, siendo el sustituto del tradicional alfiler que se da a las mujeres. Nada de eso: la norma dice que las mujeres deben recibir también puro, por cortesía, aunque sabemos que es menos habitual que éstas decidan fumárselo in situ.
La etiqueta de los novios
El puro no es un regalo de boda. Esto también debemos metérnoslo en la cabeza. Así que no hace realmente falta que nos devanemos los sesos para dotarlo de originalidad, o que nos gastemos un dinero extra en personalizarlos con la habitual banda que recuerde el día de la celebración y el nombre de la pareja (y os damos fe de que muchos establecimientos especializados en boda intentarán engordar el precio de los puros con este añadido tan simple). Nadie duda de que es un detalle bonito, y desde luego no estaremos incumpliendo ninguna regla protocolaria si lo hacemos por gusto… pero tampoco pasa nada en caso contrario.
¿Cómo fumar el puro?
Aunque parezca mentira, hasta hay una serie de normas para fumar el puro en las bodas. No todo el mundo sabe bien cómo se hace y lo equipara a un cigarrillo: una de las principales diferencias, por ejemplo, está en que el humo desde aspirarse y paladearse, no soltarse enseguida como se hace con aquél. Estaremos cumpliendo del todo el protocolo como organizadores si dejamos un cortapuros sobre la mesa, así como cerillas o mechero de gas, los mejores métodos para encenderlo y que preserve todo su sabor.
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