El tamadá, maestro de ceremonias en las bodas rusas

boda rusa

Todos sabemos lo curiosas que pueden llegar a ser las bodas rusas; Internet se ha encargado de mostrárnoslo con pelos y señales. Hoy os presentamos una figura que no suele faltar en ellas y que les da un toque más de color: el tamadá.

Podríamos traducir este término como “maestro de brindis”, si nos atenemos a la cultura popular y a la etimología de la palabra, y se trata de un rol que ha existido desde tiempo inmemoriales en las bodas de Europa del Este. Su cometido original era, tal como indica el nombre, el de presentar el brindis en el banquete de boda: se esperaba de él que fuera un buen orador, una persona ingeniosa y con suficiente don de palabras y de gentes como para convertir ese momento en un perfecto homenaje a los recién casados. No es nada que nos resulte ajeno, ¿verdad? En el mundo occidental, es el padrino el que suele encargarse del brindis, una escena que se ve con mucha frecuencia en los países anglosajones (y que se ha encargado de enseñarnos una y otra vez el mundo del cine y las series de televisión).

El encargado de la diversión

Pues bien, en Rusia el tamadá va un paso más allá. No se limita a encargarse del brindis, sino que tiene el cometido de amenizar la fiesta hasta límites mucho mayores. Se convierte, así, en una especie de maestro de ceremonias, encargado no sólo de ese momento especial sino de traer a la boda canciones, juegos, toda clase de divertimentos en los que involucrar tanto a la pareja como a los invitados. El desenfreno se convierte en la marca del banquete en el momento en que el tamadá se hace cargo de él, dejando a un lado incluso la comida (no es raro que el menú incluya platos que puedan tomarse fríos, previendo que se dejen aparcados durante un buen rato). Así que debemos tenerlo claro: si alguna vez acudimos a una boda rusa, más nos vale dejar la vergüenza en casa… porque de un modo u otro nos vamos a ver envueltos en la diversión y las ocurrencias del tamadá.

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