La tradición de arrojar arroz a los novios es una de las más conocidas, que se lleva a cabo invariablemente, sea cual sea el tipo de ceremonia (religiosa o civil) a la que se acoja una pareja. ¿Sabemos de dónde viene?
El arroz que vuela sobre las cabezas de los recién casados en las bodas tiene un valor simbólico fundamentalmente: se trata de una manera de desear prosperidad y que nunca falte la comida en la mesa. ¿Y qué comida hay más básica, más indispensable y sencilla, que el arroz?
De hecho, ahí está la clave de la tradición, y es la justificación que ha hecho que se extienda y perviva hasta nuestros días. Hoy arrojamos arroz, pero en los tiempos de la antigua Roma lo que se lanzaba sobre los contrayentes era trigo, justamente con la misma idea. Algo que todavía se mantiene, curiosamente, en Francia. En Italia, por el contrario, lo que se lanza a la feliz pareja tras casarse son caramelos. Ya que se les va a desear prosperidad, que sea una prosperidad dulce.
Más objetos por los aires
En realidad, es habitual que se arrojen toda clase de objetos al finalizar la boda, cada uno con su simbolismo particular, aunque con un objetivo en mente: todo lo que sea desear un futuro prometedor, fértil y cargado de dicha a los contrayentes es bienvenido. Así que a lo largo de la historia nos encontramos con casos más que curiosos, como la tradición de lanzar zapatos en las bodas que se llevaba a cabo en la época de los Tudor, en Inglaterra, o toda clase de flores. De hecho, hoy en día el lanzar pétalos de rosas suele ser una alternativa al arroz, que en ocasiones se ha llegado incluso a prohibir en algunos municipios debido al estropicio que puede dejar en las aceras.
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