Después de meses incontables de carreras, preocupaciones, ilusiones y sueños… llega la víspera de la boda. Y muchas veces es el día más estresante de todos, cuando en realidad tendría que ser justo al contrario: el momento de calma antes de la tempestad.
Estamos acostumbrados en nuestra vida diaria a dejar determinados preparativos para el día antes, ya sea en el caso de un viaje, de una conferencia… Se nos habla demasiado a menudo de la importancia de planificarlo todo al milímetro, de no dejar hueco alguno antes de un evento relevante, pero pocas veces (o no tantas como sería recomendable) de la necesidad que tienen nuestro cuerpo y nuestra mente de descansar y evadirse. En el caso de una boda, cuyos preparativos han ocupado nuestra rutina y nuestra atención durante tantos meses, es aún más imprescindible.
Si podemos dejarlo todo listo un par de días antes, o delegar lo último en personas de confianza, mucho mejor. Aprovechemos el día antes para salir de compras para nosotros mismos, sin presiones, o tal vez para darnos un largo baño relajante. O hacer un maratón de pelis si está dentro de nuestras aficiones. Lo que mejor nos venga para dejar que nuestra mente vague y se “purgue” antes del vendaval que vendrá el día de la boda.
Y qué preparar…
Hay algunos preparativos que podríamos considerar “menores” y que podemos dejar para el día antes sin problema, aunque cuidando que no nos ocupen todas las horas de éste. En el caso de ellas, por ejemplo, hacernos la manicura o acudir a una limpieza de cutis (nadie duda, además, de que esta última puede ser una actividad bastante relajante); en el caso de él, acudir a que nos corten el pelo. Y no nos olvidamos de lo más importante, claro está: sea como sea, escojamos lo que escojamos para pasar la víspera, no debemos dejar de dormir lo suficiente. ¡Nadie quiere salir en sus fotos de boda con ojeras!